“Antes de intentar usar bien algo que se puede usar mal (es decir, abusar), los que han nacido para robots prefieren renunciar por completo a ello y, si es posible, que se lo prohíban desde fuera, para que así su voluntad tenga que hacer menos ejercicio.”
Fernando Savater.
Como lo indica el filósofo español Fernando Savater, citado más arriba, al parecer las sociedades humanas han desarrollado cierto temor a los placeres desde sus inicios, y a lo largo de la historia. El autor en cuestión alega que quizás la razón de ello sea el temor de que usar los placeres nos distraiga de lo “peligroso” de la vida, y que tal distracción termine impidiéndonos llevar a cabo labores como el trabajo, la defensa de la sociedad y la previsión hacia el futuro. Pero no coincido mucho en este aspecto con el. Creo que el temor a los placeres nace de otro temor, uno más general: el temor a ser libres, tesis que también expone el autor pero no en alusión al tema que nos atañe. Nuestras instituciones sociales, nuestras religiones y nuestras costumbres apuntan generalmente a restringir, repudiar, censurar y hasta sancionar comportamientos relacionados con el uso de placeres como el sexo, el alcohol, la comida, las drogas, entre otros. Por supuesto que el abuso sostenido de estos placeres puede llevar al vicio y al deterioro del comportamiento social, de la propia humanidad de quien incurre en tales actitudes. Y es a eso a lo que le tenemos miedo como sociedad; y en vez de promover el autocontrol y el uso de estos placeres de manera de que sean verdaderamente “placenteros” (en el sentido en que permitan el alcance de la felicidad, y no que la enturbien o la obstruyan), preferimos restringirnos nosotros mismos y, preferiblemente, que se nos restringa desde fuera, que se nos limite la libertad, y de tal modo la de los demás, con tal de alejarnos de esas tentaciones, por temor a ceder ante ellas.
Personalmente pienso que el que verdaderamente tiene control sobre si mismo no es aquel que necesariamente requiere no ver ni la sombra de una botella de licor para dejar de beber, sino aquel que teniendo la botella en frente prefiere, libremente, no beber de ella.
¡Pero aquellos “que han nacido para robots” no se preocupen, que sus temores son atendidos! Nuestro mundo de por si ya está lleno de lo que podríamos llamar “predicadores de la pureza”, cuya única tarea al parecer es limitar nuestros placeres en la mayor medida posible, y en algunos casos indicarnos que el camino correcto es aquel tortuoso, tendiente a la abstención, libre de placeres “terrenales” en espera de un paraíso celestial. ¡Menuda insensatez! Incluso si decidiéramos aceptar la existencia de aquel paraíso celestial, con sus propios placeres “puros” (los cuales sinceramente no logro entender), no veo razón lógica alguna para no hacer de nuestro paso por el universo “terrenal” una experiencia placentera y excitante. Al parecer resulta que ello es pecado y motivo de exclusión de aquella vida celestial. ¡No sería grandioso que ambas, nuestra vida terrenal y nuestra vida celestial (en su hipotética existencia), fuesen placenteras!
Pero dejémoslo hasta acá por esta vez, suficientes reflexiones inmorales para una entrega. Más reflexiones inmorales y más sobre los enemigos profesionales de los placeres (a.k.a. puritanos) en una próxima entrega.
Fernando Savater.
Como lo indica el filósofo español Fernando Savater, citado más arriba, al parecer las sociedades humanas han desarrollado cierto temor a los placeres desde sus inicios, y a lo largo de la historia. El autor en cuestión alega que quizás la razón de ello sea el temor de que usar los placeres nos distraiga de lo “peligroso” de la vida, y que tal distracción termine impidiéndonos llevar a cabo labores como el trabajo, la defensa de la sociedad y la previsión hacia el futuro. Pero no coincido mucho en este aspecto con el. Creo que el temor a los placeres nace de otro temor, uno más general: el temor a ser libres, tesis que también expone el autor pero no en alusión al tema que nos atañe. Nuestras instituciones sociales, nuestras religiones y nuestras costumbres apuntan generalmente a restringir, repudiar, censurar y hasta sancionar comportamientos relacionados con el uso de placeres como el sexo, el alcohol, la comida, las drogas, entre otros. Por supuesto que el abuso sostenido de estos placeres puede llevar al vicio y al deterioro del comportamiento social, de la propia humanidad de quien incurre en tales actitudes. Y es a eso a lo que le tenemos miedo como sociedad; y en vez de promover el autocontrol y el uso de estos placeres de manera de que sean verdaderamente “placenteros” (en el sentido en que permitan el alcance de la felicidad, y no que la enturbien o la obstruyan), preferimos restringirnos nosotros mismos y, preferiblemente, que se nos restringa desde fuera, que se nos limite la libertad, y de tal modo la de los demás, con tal de alejarnos de esas tentaciones, por temor a ceder ante ellas.
Personalmente pienso que el que verdaderamente tiene control sobre si mismo no es aquel que necesariamente requiere no ver ni la sombra de una botella de licor para dejar de beber, sino aquel que teniendo la botella en frente prefiere, libremente, no beber de ella.
¡Pero aquellos “que han nacido para robots” no se preocupen, que sus temores son atendidos! Nuestro mundo de por si ya está lleno de lo que podríamos llamar “predicadores de la pureza”, cuya única tarea al parecer es limitar nuestros placeres en la mayor medida posible, y en algunos casos indicarnos que el camino correcto es aquel tortuoso, tendiente a la abstención, libre de placeres “terrenales” en espera de un paraíso celestial. ¡Menuda insensatez! Incluso si decidiéramos aceptar la existencia de aquel paraíso celestial, con sus propios placeres “puros” (los cuales sinceramente no logro entender), no veo razón lógica alguna para no hacer de nuestro paso por el universo “terrenal” una experiencia placentera y excitante. Al parecer resulta que ello es pecado y motivo de exclusión de aquella vida celestial. ¡No sería grandioso que ambas, nuestra vida terrenal y nuestra vida celestial (en su hipotética existencia), fuesen placenteras!
Pero dejémoslo hasta acá por esta vez, suficientes reflexiones inmorales para una entrega. Más reflexiones inmorales y más sobre los enemigos profesionales de los placeres (a.k.a. puritanos) en una próxima entrega.
Ciertamente desde el mismisimo comienzo de la humanidad, el hombre a temido por lo q le devenga supremo placer, por aquello del que diran de las sociedades, un tabú que esta implementado desd pequeño y con el cual nos forman pues la normas de convivencia humana así lo dictan....
ResponderBorrarBuen post, para reflexionar y ver de que stamos hechos!!!
SaLu2!!!